miércoles, 30 de noviembre de 2011

09-09-11 ♥

Tras terminar de comer salieron a toda prisa de aquel lugar, y se dirigieron sin dudar al departamento. No había tiempo que perder, esta vez tenía que salir todo bien; la vida ya les había hecho varias jugadas tramposas y ellos sabían que su destino les iba a dar una oportunidad, porque así estaba escrito, porque así lo quería éste, y porque realmente lo merecían. Habían esperado demasiado, más de una vez tuvieron que tragarse las ganas, retenerlas, aguantarlas, callarse y seguir esperando. Pero era diferente esta vez. Le habían pedido al tiempo que jugara de su lado por hoy, y éste accedió -cosa rara en él-, aunque no pudo darles más que unas pocas horas. Pero ellos sabían aprovecharlas, y es por eso que ahora se encontraban caminando velozmente al lugar planeado. Se habían encargado de controlar cada detalle, de decir lo correcto para no generar sospechas, de arreglar todo lo que pudiera interrumpirlos; hoy era el día, hoy todo encajaba perfectamente, hoy el destino iba a darles lo que les tenía preparado desde hacía tiempo.
Al llegar, todo estaba en paz, todo indicaba que eran el momento y el lugar indicados, por fin no hubo que esperar más, por fin se les había dado.
Y así ese juego que tantas veces habían planeado empezaba a volverse real, ya podían liberarse y mostrar sin temor sus sentimientos, todo lo que habían probado -antes sin éxito- esta vez funcionaba y no había ni un sólo segundo de desilusión, temor, resignación.
La pasión los envolvió en su mundo, el amor se hizo presente a cada instante, sus corazones estaban mejor conectados que nunca, latiendo al unísono, volviéndose uno sólo en dos cuerpos que se fusionaban. "Somos uno" se dijeron, y no hicieron falta más palabras para comprender que el amor que había en esa habitación era el más hermoso y el más puro que dos personas habían podido sentir alguna vez. No había dudas, estaban unidos para siempre, no existía cosa en el mundo que pudiera impedirles ser uno en la eternidad. Encerrados en su propio mundo entendieron que su pareja era todo lo que necesitaban, lo único que querían tener para toda su vida, y quisieron que este juego que tanto les gustaba sólo quede entre ellos dos, jamás lo jugarían con otra persona, era algo suyo, imposible de compartir con alguien más; él la elegía a ella, y ella lo elegía a él, y así sería por siempre.
Unas pocas horas después, el tiempo, su cómplice en esta ocasión, anunció que les quedaban pocos minutos, de modo que intentaron disfrutar al máximo los últimos instantes de ese encuentro que resultó ser maravilloso, que los llenó de paz y plenitud, uno de los mejores encuentros que habían tenido, y que quedaría grabado en sus mentes para siempre. Al ver que el tiempo se agotaba, los amantes se dispusieron a salir sigilosamente, pensando dos veces antes de cada paso, y evaluando las posibilidades y sus soluciones. Ese encuentro de paz y amor se había convertido ahora en una especie de misión, no debían ser descubiertos; este juego era su secreto y nadie más que ellos podía conocerlo, un paso mal dado podía arruinar la tarde. Tras esquivar una pequeña dificultad imprevista para la cual debieron actuar rápido y sin dudar, lograron salir del edificio, y una vez en la calle, lejos del peligro, pudieron respirar aliviados.
Todo había salido a la perfección, y cuando digo "todo", me refiero a TODO. Sin dudas, Dios había puesto este encuentro en sus destinos, y por nada en el mundo podía arruinarse. Se prometieron repetir ese juego las veces que fueran necesarias, pues notaron que era la mejor manera de mostrar el amor que sentían, el cual esa tarde aumentó más de lo que venía aumentando día a día, y seguramente seguiría aumentando -volviéndose infinito- eternamente.

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